El dicho popular“con el corazón en la mano” o “con la mano en el corazón” se ha transmitido de generación en generación entre los hispanohablantes y señala sinceridad, transparencia, y me atrevo a decir, conexión emocional.
Yo también he usado la expresión “estoy con el corazón en la mano” cuando me encuentro atravesando circunstancias que me despiertan emociones intensas y quizá desagradables o también agradables, y de las cuales soy consciente.
Los beneficios de aprender a notar nuestras emociones y a elaborarlas es una habilidad con la cual no nacimos y que varios tampoco aprendimos a lo largo de la vida. Quizá tuvimos suerte de que en el colegio enseñaran algo de gestión emocional o que nuestros padres nos enseñaran, pero es más raro que común que las emociones sean relevantes en el ámbito educativo.
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Y resulta que la inteligencia emocional no se basa en controlar desde lo mental las emociones o los sentimientos, como a veces lo hemos escuchado, sino que se trata de aprender a experimentarlas, a encauzar su energía y a descifrar el mensaje que nos traen.
¿Cómo podríamos aprender a vivir con el corazón en la mano?
Lo primero es conectar con nuestro cuerpo, pues la manifestación primaria de la emoción es corporal, así también se manifieste a nivel mental. Generalmente, cuando no sabemos identificar las emociones experimentamos un malestar que no sabemos de dónde llega, pero si notamos nuestros pensamientos automáticos, nuestro diálogo interno, la manera en la que estamos respirando, el tono muscular y nuestra expresión facial podremos identificar que estamos transitando por una emoción o por un sentimiento. Desde mi interpretación, cuando somos capaces de detectarla, la nombramos y la acogemos por más incómoda que sea, se podría hablar de que tenemos el corazón en la mano.
Generalmente he escuchado pronunciar esta frase en momentos de intensidad emocional de notas desagradables, asociadas a momentos de nerviosismo, angustia o incertidumbre. Pero pienso que esta frase no necesariamente tiene que interpretarse de esta manera sino que se le puede dar un giro. Tener el corazón en la mano puede evocar la experiencia de una emoción intensa pero agradable, como la alegría, el gozo, el éxtasis. Sin embargo la emoción tiene matices, y a veces se encuentra en el punto bajo de la curva, a veces en el máximo, a veces ya por último de nuevo en su punto bajo. La emoción puede experimentarse de manera sutil y aún así implicar que la acojamos, que nos acerquemos a ella, como si fuésemos a tomarla de la mano, como si fuésemos literalmente a tomar el corazón con nuestra mano.
Tener el corazón en la mano implica, pues, entender nuestra experiencia emocional y acogerla, acercarnos a la manifestación corporal y mental de su expresión. Es quedarnos con nuestro corazón, lo que realmente sentimos.
Si presentas dificultades para gestionar tus emociones y sentimientos o experimentas un malestar que te trae dificultades en una o más áreas de tu vida quizá sea momento de consultar con un profesional de la salud mental. Recuerda que yo puedo ayudarte.
Pamela Crombie
Psicóloga y psicoterapeuta integradora
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